En nuestro recorrido por la historia de los títeres en Colombia, hemos hablado bastante de ciertos espacios de Bogotá, como el Teatro del Parque Nacional, por ejemplo. En nuestra entrada de hoy, sin embargo, nos desplazaremos a otro lugar de esta gran ciudad: iremos al sur, donde les contaremos la historia de Ángel Alberto Moreno, "Don Eloy" y doña Sofía Rodríguez.
En el barrio Ciudad Jardín Sur de Bogotá, en una casa de esquina a la que desde fuera se le notan las sucesivas ampliaciones que se le han hecho, funciona la Academia Artística Don Eloy. Allí los niños del sur de Bogotá pueden asistir los sábados, por precios más o menos cómodos, a clases de danza, música, folclor, teatro, títeres y marionetas. Don Angel Alberto Moreno, un hombre menudo, dulce y muy vital, a pesar de sus setenta y tres años, dirige desde 1963, y hoy casi con treinta años de trabajo encima, su viudez y las dificultades económicas, continúa empeñado junto con su hijo, en perseverar en este proyecto para hacer posible que la gente del “sur de Bogotá” también tenga derecho a ser artista.
Aunque se define más como actor, bailarín, músico, poeta y loco, la vida y el amor lo han empujado siempre hacia los muñecos. Cuando empieza a hablar de ellos y decide mostrarnos el garaje que adaptó como teatro para hacer funciones de marionetas todos los domingos, su rostro se ilumina y tras los telones minuciosamente decorados, rememora con nostalgia pero con alegría, su historia titiritera, que durante mucho tiempo compartió con doña Sofía, la mujer que amó, con quien pudo soñar y emprender todos sus proyectos.
Las aptitudes artísticas de don Angel Alberto Moreno “Don Eloy”, fueron descubiertas muy temprano por la maestra de música de un Orfeón Nacional que era una especie de academia artística de carácter oficial y dependía del Ministerio de Educación. Por allí, calle 17 con carrera séptima tenía que pasar él diariamente camino a la escuela; con solo siete años lo que podía apreciar desde la ventana le causaba una extraordinaria fascinación y le era inevitable detenerse a mirar. Cualquier día la profesora Carlota Uribe, le dio entrada al Orfeón para que aprendiera música. Con el tiempo llegó allí Erika Klein, una bailarina alemana y con ella se inició en la danza que después perfecciono con la técnica de un bailarín ruso que pasó por Colombia. Para entonces, el tiempo de crecer ya había pasado y él había alcanzado sólo un metro con sesenta centímetros de estatura; este fue su mejor argumento para dejar el ballet clásico y dedicarse al folclor del cual aprendió mucho con el maestro Jacinto Jaramillo. Pero su vena y su aspiración artística no se agotaban allí, es por ello que hacia el año cuarenta y cinco se aventuró en las lides del teatro con la compañía de Luis Enrique Osorio con quien trabajó durante muchos años.
Es en 1.955, cuando por primera vez las marionetas se atraviesan en su camino y esta parte de su historia está ligada con el Teatro del parque Nacional. Cuenta don Angel Alberto Moreno: “En ese año yo era bailarín, músico y actor. Entonces viniendo de una gira, medio varado, me encontré con José Muñoz, el padre de Carlos Alfonso. Me dijo que por qué no me iba con él a trabajar haciendo marionetas, títeres y guiñol en el Teatro del Parque Nacional. Yo le dije que si y me fui. Le cuento que el Teatro yo lo conocía hacía tiempo porque de niño había ido allí a ver trabajar a Antonio Ángulo, pero yo no conocía el interior del teatro ni tampoco sabía nada de marionetas. Recién había yo llegado allá, había salido Carlos Alfonso Muñoz, Carlos de la Fuente y Alvaro Ruiz. Entonces empecé a practicar con los muñecos. Uff, eran pesadísimos, eso si era serio. Muchas veces llegaba José y nos decía: bueno, vamos a hacer este cuento. Pero realmente lo simpático era cuando llegaban las escuelas, ahí mismo eso se ponía en movimiento, porque de resto se pasaban los días y uno no hacía casi nada. Cuando el Ministerio nos mandaba las escuelas, José cogía un cuento y nos decía: tú haces esto, tú esto, tú tal... lo leíamos y pasábamos a hacerlo. Entonces teníamos un alambre y en el alambre colgábamos el papel de cada uno y los micrófonos. Claro que eso sí era guapo manejar marionetas y al mismo tiempo ir leyendo en el micrófono, pero se hacía, y hubo una temporada como de dos años.
Entonces a mí me tocaba ensayar mucho al principio porque tenía que agarrar las marionetas y hacer pulso. Recuerdo que en ese tiempo se hizo una corrida de toros muy completa, estaba el toro, estaban los toreros, muy bien vestidos todos los muñecos. Claro, yo había visto cuando niño también cosas muy bonitas hechas con muñecos, como en el año treinta y ocho o treinta y nueve, lo que se llamaba “El Pesebre Santafereño” que lo hacía Ángulo con Esther Sarmiento, Carlos Escobar y otros. Ellos que eran todos alumnos de Ángulo, hacían la representación del pesebre, la Virgen, San José, el burrito, todo en marionetas, eso era muy bonito. Lo hacían siempre en diciembre, a veces en el Colón, a veces en el Parque Nacional o en la Plaza de Bolívar. Con esto a Ángulo lo debió ver toda Bogotá, a la gente le gustaba mucho porque era un buen espectáculo con muchas marionetas muy bien vestidas todas. Después de él nosotros fuimos los que seguimos en el Parque, después de José Muñoz eso se acabó. Cerraron el Teatro, lástima! acabaron con ese Teatro, porque ya le digo: era de puente, un puente altísimo y se manejaban los muñecos a todo alrededor del escenario. Lo volvieron nada! Quitaron el puente y los muñecos los metieron por allá en el sótano... Bueno... después del tiempo lo volvieron a abrir, ya después en el sesenta y siete Aronna dictó unos cursos de marionetas, graduó varias personas y entre ellas a la señora mía. Ya con ella y con la técnica de Aronna empezamos a hacer nuestros muñecos”.
“Que cómo nos conocimos? Pues en el Teatro... los amores comenzaron por un “papazo”. Hacíamos un papel cómico y en una escena teníamos que pelear, ella hacía de una muchacha campesina conservadora y yo... neutral. Entonces cuando la veía a ella le decía -con voz de maestro de obra- “Uy... quien la ve con mucha cinta azul en la cabeza”. Y ella me botaba con una escoba, pero, se le fue la escoba y me reventó la nariz en plena escena del Municipal y me tocó hablar pasándome la sangre hasta acabar la escena. Cuando yo salí me puse bravísimo. Pero resulta que el papá le traía la comida a ella entre la vespertina y la noche. Y me dijo: ... qué, está muy bravo? no le provoca una papa, una papa salada? Ese día empezaron los amores. Claro que a ella la había conocido en el Teatro Municipal. Ella trabajaba con Genneco Mozo en una obra de teatro. Nosotros con Luis Enrique Osorio estábamos saliendo por la galería del teatro y entonces empezó la variedad (porque es que en otra época después de cualquier obra se hacían variedades) y ella salió a cantar con su guitarra. Luis Enrique se paró a oírla y le preguntó al asistente quién era ella, él le dijo, es Sofía Rodríguez, una de las “Alondras del Llano”. Me la cita para que venga a ensayo -dijo Osorio- y allí fue cuando nos conocimos. En las tablas!. Entonces ella empezó a trabajar con nosotros en la obra “Ay sos camisón rosado” y duramos tres meses de temporada en el Municipal y en esas fue lo del papazo, empezamos los amores... luego salimos de gira, regresamos y a los cinco meses de conocernos nos casamos. Cuarenta años duró el matrimonio”.
El matrimonio no dejó de causar conmoción en la familia de doña Sofía, pues no era muy bien visto que ella se casara con un “cómico”, pero para asombro y alegría de todos, el matrimonio no sólo fue feliz sino que les duró cuarenta años. Durante los primeros años, juntos continuaron trabajando como actores con la compañía de Luis Enrique y en el año sesenta y tres decidieron en su propia casa, fundar la Academia Artística. Al igual que su esposo, doña Sofía era una artista multifacética, pero definitivamente escribir fue una de sus mayores virtudes y escribir teatro infantil fue su principal desvelo. Su producción en este género fue enorme. Figuran entre sus obras: El Abuelo Rin Ron, José Dolorcitos, Aventuras de José Dolorcitos, Ocho Episodios de Pinocho, Brujas Modernas, El Brujo que Soñaba, y muchas otras. Desafortunadamente para nosotros y para los niños de nuestro país, de las sesenta obras de doña Sofía solamente una ha sido publicada.
Fue quizás por esa permanente inclinación y afecto hacia los niños que la Academia se dedicó en principio al teatro infantil y juvenil. “Nosotros empezamos primero enseñando ballet, música, expresión corporal, danzas folclóricas y teatro. Entonces en ese garaje doble decidimos poner el teatro; primero el Teatro Infantil y Juvenil. Con ese grupo que hicimos fuimos de gira por todas partes. Pero ya había problema para la salida de los muchachos o también que se empezaban a enamorar y empezaban las peleas, en fin… lo que se presenta en todas las compañías. Sin embargo, duramos como quince años con Teatro Infantil y Juvenil y luego si nos dedicamos únicamente al teatro infantil, porque es mucho más bonito trabajar con los niños, con ellos uno no tiene ningún problema. Con esta compañía montamos muchas obras de Sofía y nos salieron varias temporadas: en el Colón estuvimos cinco meses haciendo matinales y luego estuvimos en el Jorge Eliécer, pero allí la primera vez fue fatal porque como tiene tan mala acústica nos tocaba grabar y los niños hacían la fonomímica. Fue terrible al principio, pero después nos fuimos acostumbrando. Como los “niños del sur” no podían asistir a esas temporadas porque los precios eran muy altos, Don Eloy y Doña Sofía, hacían simultáneamente las temporadas en el garaje de su casa y cuando llegaban del Colón, habían largas colas de niños esperando la función de la tarde. “Nosotros hicimos el teatro y levantamos telón con dos niños, dos hermanitos, en el año sesenta y cuatro. Al domingo siguiente había diez y se llegó el momento en que no podíamos dejar entrar más gente. Algunos domingos no teníamos nada que presentar, entonces traíamos películas pero los niños estaban tan acostumbrados a ver representaciones en vivo que empezaban a gritar “queremos teatro, queremos teatro”, y qué nos tocaba?, pues llamar a los vecinos y hacer una representación”.
El primer contacto de doña Sofía con el teatro de los muñecos, fue en un taller que dictó Aronna en el Parque Nacional, pero por su exquisita sensibilidad, esto fue suficiente para enamorarse de ellos para siempre. Fueron para ellos muchos de sus libretos y también los primorosos vestidos hechos de sus manos. Ella se fue quedando en cada personaje y aún en los peores días de su enfermedad seguía construyéndolos; sólo se quedó sin terminar el que más amó: la cabeza calva de un guiñol que representa muy bien a Don Eloy, su inolvidable compañero!
Fue Doña Sofía quien se empeñó en montar obras con muñecos para que las presentaran en el teatro… Don Angel Alberto, desde luego y como siempre se dejó seducir, no le pareció difícil pues la técnica que ella había aprendido con Arona era mejor. Los muñecos eran mucho más livianos y no como los que él había conocido y manejado en el Parque Nacional que eran de yeso y de madera y por supuesto pesadísimos y difíciles de manejar.
“Un día ella me dijo: "Bueno mijo yo estoy alistando los muñecos (y empezó a hacer y a hacer muñecos; hay como sesenta más o menos), entonces mire a ver: empiece a montar obras." Yo empecé con el hijo mío y un sobrino, con obras del pasado de ella, pero con marionetas y en el mismo teatro infantil hicimos el teatro para las marionetas. Es un teatro fijo, con puente de cintura y los telones y los decorados también los hizo ella. Ahora yo también trabajo con teatro portátil, porque me llaman mucho de los colegios para hacer funciones y así como Sofía me decía: "Mire mijito que así no va a tener problemas porque cuando lo llamen, no tiene sino que coger su maleta del teatrino, echar los actores en otra maleta e irse a trabajar, porque yo no lo voy a poder acompañar por mucho tiempo"."
Cuarenta años de amor y de trabajo también dieron su fruto: Carlos Arturo Moreno Rodríguez hijo de Don Eloy y Doña Socorrito Dolores Piraquiva, la célebre pareja del programa Yo y Tú que durante treinta y cinco años divirtió a los colombianos, es hoy un joven profesor de la Academia de sus padres; como ellos un artista polifacético que entre muchas otras cosas heredó de su madre el amor por los muñecos. Allí además de dar clases de música, danza y teatro, enseña a un grupo de jóvenes y niños a hacer títeres y marionetas; trabaja con Don Eloy en las funciones de marionetas de los domingos, pero además pertenece a un grupo de jóvenes que se ha dedicado a profundizar y experimentar nuevas formas y técnicas del teatro de muñecos.
Doña Sofía murió en noviembre de 1.990, pero para entonces su hijo y su esposo a quién había conocido como bailarín, poeta y loco, se habían vuelto ya titiriteros.
Con ellos y la Academia en el barrio Ciudad Jardín Sur, su vida, sus sueños y su obra no han pasado en vano.
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