La Libélula Dorada se destaca en nuestro medio artístico y cultural desde sus inicios por
tener un imaginario y una dramaturgia propia. La mayoría de sus obras han tenido una
amplia difusión y repercusión en buena parte del país. Sus propuestas escénicas han sido
tenidas en cuenta en diversos festivales teatrales o eventos estéticos de gran difusión. De
igual forma, esa efectiva proyección como entidad imaginativa, ha tenido un alcance no
solo nacional sino también internacional, sobre todo en el ámbito iberoamericano.
A nivel de las temáticas que aborda La Libélula Dorada ha involucrado no solo a niños, sino
a jóvenes y adultos. A lo largo de su trayectoria tanto abuelos, padres e hijos, han podido
gozar de varias de sus producciones que han ido conformando un repertorio constante, y
que se mantienen en el tiempo, preservando tanto su actualidad, como su calidad. El
lenguaje poético y reflexivo, tanto como su humor y sus ironías dramatúrgicas, convierten
la singularidad de sus piezas en referente memorable de varias generaciones.
Sus puestas en escenas son muy variadas en el manejo de las técnicas propias del teatro
de títeres, así como en el uso del espacio, esto es, creando dispositivos escénicos que le
otorgan a la composición escénica una riqueza visual y musical muy versátil.
Así mismo sus personajes poseen una gracia titiritesca muy expresiva, tanto a nivel de su
concepción dramática como de sus máscaras, vestuarios y coloridos, logrando con ellos,
una grata compenetración y recordación en sus espectadores, ya sean infantes o adultos.
En definitiva, en favor de la actividad teatral en general, La Libélula Dorada con su
actividad y presencia ha logrado darle importancia y dignidad al teatro de títeres,
haciendo que su oficio trascienda, siendo considerado y respetado, tanto por sus formas
como sus contenidos de alto rango estético.
Iván Darío Álvarez
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