“Los niños son naturalmente libres, hasta que llega un adulto y les aplasta las antenas.”
Mireya Cueto
Mireya Cueto nace un 7 de febrero de 1922 en México. Proviene de una familia de artistas
e intelectuales muy destacados. De sus padres Germán y Lola Cueto, heredó la pasión por
el mundo de los títeres. Fue testigo siendo niña de cómo sus progenitores en 1928
trabajaron para la Secretaría de Educación Pública llevando el teatro de títeres hasta el
más lejano rincón del país Azteca. Vivir su infancia en un entorno titiritero, artístico y libre,
forjo sus sueños y su carácter lúdico e iconoclasta.
En un cajón de cachivaches encontraba ella su paraíso, y en el desorden vital del juego sus
fantasías la hacían sentir libre. Su padre fue un notable pionero de la escultura abstracta
en América Latina. A ella le encantaba verlo trabajar. Lo mismo que admiraba a su madre
pintora, artesana y titiritera.
En 1939 gracias a su padre conoció al poeta español y anarquista León Felipe, con el que
se reunían frecuentemente. Mireya siempre creyó en una educación para la libertad y
convirtió a los títeres en aliados de su ilusión y su utopía, convencida de que los niños son
un público inteligente. Era además, una apasionada defensora del juguete popular como
feliz artesanía de mecanismos manuales y fantasiosos cargados de espíritu.
Sentía tanto respeto por su quehacer que nunca se sintió maestra absoluta de nada, sino,
aprendiz de todo. Sabedora por experiencia que “el oficio no se posee del todo, porque
siempre se está aprendiendo y siempre se vuelve a empezar”, como el fuego que hay que
avivar para que permanezca vivo y no se apague. “El oficio no tiene límites”. Alejada de
formas fijas pensaba que “el teatro de títeres es siempre un campo abierto a la creación”.
Le encantaba a ella misma hacer sus títeres, siendo muy versátil como diseñadora,
pintora, escenógrafa y vestuarista. Y como todo titiritero que se respete, creía que para
que los muñecos cobren una vida mágica “el ánima del animador tiene que pasar a lo
animado.”
Obtuvo grado de maestra en historia en la Universidad Autónoma de México, profesión
que ejerció muy poco. Como dramaturga y narradora incursionó mucho en el mito y el
cuento popular. Fue guionista de programas para radio y televisión. Aunque afirmaba con
ironía que esta última era “una caja miserable”, dado que “la televisión aunque sea buena,
es mala.”
Realizó una versión radiofónica del Quijote con grandes actores. Padeció en vida propia la
locura idealista y justiciera del quijotismo. Mireya como el ilustre hidalgo de la triste figura soñó con “implantar el bien en el mundo”. Sabía que el mundo necesita la locura de Don
Quijote. En la tierra urge la sed de la utopía y para poder vivirla “la utopía empieza por
uno mismo”. Fue un ser muy solidario que le rindió un fervoroso culto a la amistad y por
ello decía “que la amistad que no se cultiva se va perdiendo”.
Se afilió al Partido Comunista pero no fue muy ortodoxa. Fue amiga de Natalia Sedova la
segunda esposa de Trotsky, a la que visitaba y le ayudaba a traducir textos del francés al
español, pues ella siendo niña vivió y estudio en Francia.
Se casó y separó un par de veces, siendo siempre una mujer muy independiente y con un
universo propio.
Fue una gran promotora de lectura para niños y como narradora en 1978, recibió el
premio de literatura infantil “Juan de la Cabada” por sus obras “Viajes de Ozomatlí” y
“Don armadillo”.
En 1980 fundó con su segundo hijo Pablo, el grupo “El Tinglado”. Obtuvo el premio
“Rosete Aranda” del Museo del Títere en Tlaxcala. Se le otorgó la medalla de honor “Mi
vida en el teatro” de Bellas Artes por 70 años de su trayectoria. Fundó en 1992 el grupo
“Espiral” con el que puso en escena “El renacuajo paseador” con la Orquesta Sinfónica
Nacional. Realizó obras para sombras como “San Juan de la Cruz, poeta místico” con la
cuál fue invitada al Festival internacional de títeres de Bilbao. En 1995 puso en escena “El
mito de Perséfone” y “Cuentos islámicos”, historias basadas en la literatura sufí.
En 2011 CONACULTA dio su nombre como homenaje a su labor inaugurando El Festival
Mireya Cueto. Fue miembro honorario de La Unión mundial de marionetas (UNIMA) y
recibió la beca del sistema de creadores de manera vitalicia.
Entre sus publicaciones se encuentran: “Francisca y la muerte y otros teatro cuentos”, “La
cigarra, la hormiga y el chapulín”, “Versos de pájaros”, “Cuéntanos lo que cuenta”,
“Apuntes sobre la experiencia artística,” Las artes escénicas en Asia, África y América
Latina”. Diseñó el primer programa curricular para la formación de los titiriteros en la
educación superior.
Falleció el 26 de abril del 2013 a los 91 años con plena lucidez, pero ya cansada, después
de una existencia intensa como navegante intrépida que nunca temió al naufragio, porque
“la vida misma es un naufragio”.
Iván Darío Álvarez
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