Siguiendo con nuestra serie de artículos sobre la dramaturgia de las obras de la Libélula, hoy le toca el turno a "El dulce encanto de la Isla Acracia". Además, aprovechamos que en la fecha de publicación de esta entrada celebraremos el lanzamiento de nuestro Festival Internacional de Títeres Manuelucho, con una presentación especial de esta obra para dar inicio a nuestra fiesta del teatro de títeres.
“El dulce encanto de la isla Acracia” fue escrita a finales de 1978 y estrenada en los
primeros meses de 1979. Tiene el deseo de ser una obra de más largo aliento que abarque
tanto a niños de cinco años como a jóvenes y adultos. Combina y alterna muñecos y
actores, algo que en nuestro medio no era frecuente, a la par que empieza a manejar
dobles de los muñecos en diferentes escalas, creando varios planos narrativos y lúdicos.
Es la historia de algunos integrantes de “La gran cofradía de los hermanos de la costa”
asociación de piratas que nació y surco las aguas del Mar Caribe. Son 4 filibusteros que
rinden honores a vidas de filibusteros que en realidad existieron, pero que aquí se
encarnan en otros seres fantásticos para llevar a feliz puerto su paso por la historia.
A su vez, en nuestra trama sus nombres simbólicos les hacen tributo a rebeldes de
diferentes épocas. El ponderado capitán Dreyfus, es el oficial judío acusado en Francia de
manera antisemita e injusta de proporcionar información a espías extranjeros. Malatesta
representa como filibustero de la isla Acracia, al gran anarquista italiano que lucho contra
el fascismo. El viejo Barbas Vila es el escritor colombiano radical, iconoclasta y
librepensador, José María Vargas Vila. Y el joven aprendiz de pirata Chaflán, es el aparente
“tonto del pueblo”.
La obra es una recuperación de nuestra infancia, el retorno a nuestros juegos imaginarios
de aventuras y de espadas. Es un viaje maravilloso de la mano de los niños y a bordo del
barco “Utopía” que, los conduce al encuentro de un tesoro escondido y ha develar el
secreto de una isla imaginaria, situada más allá de las fronteras, los mares conocidos y los
mapas .
La puesta en escena de “La Libélula Dorada” se mantuvo con vida durante tres años
consecutivos con un alcance nacional e internacional, fue ante todo presentada en ese
primer montaje tanto en las principales ciudades de Colombia, como en una pequeña gira
en Europa a finales del año 1982, cuando dejó de presentarse por el fallecimiento de Jairo
Ospina, uno de los integrantes de nuestro grupo.
Más tarde, fue retomada como parte de su repertorio en el año 1995, en el momento que
logro consolidar su anhelado proyecto de tener una sala y una sede propia. Es una de las
piezas más emblemáticas e identitarias de nuestra agrupación que nos ha brindado un
saludable orgullo y un amplio reconocimiento.
Iván Darío Álvarez
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