En artículos anteriores hemos hablado de instituciones fundamentales para el teatro de títeres de nuestro país, como el Teatro Cultural del Parque Nacional, o las visitas de la Compañía de los Fantoches Líricos de Sallici. Hoy le toca el turno al maestro Antonio Angulo, su historia en el Teatro del Parque Nacional, su propia compañía, y su extensa obra para el teatro de títeres.
Cuenta Ernesto Aronna que en el año 69 cuando el maestro Angulo ya se sentía muy enfermo un día le llamó a su casa y le dijo: "Ernesto, tenga usted esto que es la persona que más aprecio en este oficio, para que los siga trabajando". Y así... ya en los umbrales de la muerte, Antonio Angulo heredó a Aronna la obra que construyó durante toda la vida.
"Ernesto -dice Jaime Manzur- que fue para él como un hijo, tiene toda la documentación del Parque Nacional, tiene todas las figuras de Antonio Angulo que son por lo menos 130, tiene uno o dos teatrinos que eran de él, tiene sus libretos y sus escenarios".
Y es que a pesar que Don Antonio y su esposa y eterna compañera de trabajo, Doña Rosaura, fueron titiriteros de oficio y ninguno de ellos logró sentir esa pasión por los muñecos, por el juego y la permanente creación, este "irracional" e inexplicable sentimiento que es fundamental en quienes frente a todas las opciones de la vida, han escogido la de ser titiriteros.
Angulo -continúa Manzur- tuvo hijos y nietos pero ninguno de ellos continuó su tradición titiritera. Él era fabuloso, y siendo muy querido y muy elocuente, era una persona solitaria. Recuerdo siempre que desde que le conocí en su casa de la 15 con 54, sentí que él tenía un gran dolor en el alma, quizás de no haber hecho con su obra lo suficiente; al final el tener su obra toda, allí metida en un cuarto, producía en él una gran tristeza".
Ernesto Aronna fue entonces quien compartió con él las alegrías y los avatares del oficio, a pocos ... logró convertirse en ese compañero y cómplice que todos buscamos en un hijo. Para mí, -dice Aronna- ese: ¡siga trabajando!, fue como un mandato, y yo como mandato quiero seguirlo haciendo; por eso a mí me fascina representarlo pues es como resucitarlo a él, él está presente en todas sus obras, en todos sus muñecos".
En medio del infinito número de cajas en las que cuidadosamente guarda sus marionetas y las que heredó de Angulo y con una conversación tan agradable y alegre como elocuente, Ernesto Aronna con toda la autoridad que le da el ser el único heredero, nos empieza a contar cómo se inició esta historia:
"En 1917, siendo muy joven Antonio Angulo, que era hijo de uno de los empresarios del Municipal, fue a ver a los Sallici y él se enamoró de esos muñecos mágicos que saltaban, caminaban, hacían equilibrios, revista de variedades y muchas otras cosas. Todo esto llegó a la mente y al alma de ese niño, que "apenas voltiaron la cola" los Sallici, se dedicó a hacer muñecos de trapo y formó con ellas una compañía de marionetas. La primera obra que hizo Antonio fue un pedacito... un fragmento atrevidísimo de Don Juan Tenorio de Zorrilla. En el patio de la casa a dos centavos la entrada, en el barrio de la Candelaria. Y así durante muchos años, Antonio siguió peregrinando en esta labor de las marionetas de hilos que eran las que le gustaban porque eran las que él había visto y de las que se había ya enamorado".
En 1.936 cuando se creó el Teatro Cultural del Parque Nacional, don Antonio Angulo fue nombrado director, cargo que desempeñó hasta mayo de 1.950. Durante estos catorce años de trabajo, la administración, organización y programación del parque estuvo a su cargo, así como un grupo de marionetistas que con él aprendieron el oficio y entre quienes se encontraban: Esther Sarmiento de Correa, Carlos Escobar, Pepe Méndez, Ana Mojica, José Muñoz y Carlos de la Fuente entre otros. Este grupo en el que desde luego trabajaba también su esposa, Doña Rosaura Sánchez, estaba encargado de montar y representar con muñecos, pequeñas piezas de teatro infantil, comedias, juguetes cómicos, cuadros musicales y diálogos humorísticos y educativos, los cuales constituían después del intermedio, la segunda parte de la programación semanal del teatro y la cual casi siempre estaba precedida por la proyección de una película. Como iniciativa del maestro Angulo, durante los intermedios de la programación y con el fin de que los niños aprendiesen a actuar en público, se realizaba un acto de variedades que estaba a cargo de los niños participantes, quienes subían al escenario a cantar, recitar, bailar o interpretar diálogos; a final de mes a manera de estímulo y de premio se rifaban entre los niños participantes, juguetes, libros de cuentos y textos de estudio.
El Maestro Angulo así como su grupo de trabajo dependían laboralmente del Ministerio a quien anualmente rendían un informe de las actividades realizadas. Por su parte el Ministerio a través de la División de Bellas Artes y Extensión Cultural, financiaba todas las actividades que allí se realizaban y los gastos que implicara la construcción de los muñecos y el montaje de las obras de tal manera que en últimas las marionetas hacían parte del Teatro y por ende eran "propiedad" del Ministerio. Carlos Alberto Moreno, Don Eloy, cuenta que cuando él llegó al Parque Nacional, más o menos en el año 55 "había allí un magnífico puente redondo y muy alto, pero, el preciso para manejar las marionetas que medían más o menos ochenta centímetros de alto. Eran como 500 marionetas que, después me enteré, las había hecho Angulo con su grupo en otra época".
"La única compañía de marionetas que se presentaba en el Teatro Nacional era la de Angulo porque allí iban todos los días, de martes a sábado, los niños de las escuelas que se iban inscribiendo, y la Compañía toda era paga por el Ministerio. Los sábados en la mañana había función y en la tarde se presentaba una película. Los domingos se hacían de nuevo funciones de marionetas para los niños que fueran al parque".
A partir de 1.948 la División de Extensión Cultural decidió ampliar sus programas culturales y recreativos a las escuelas de las municipios vecinos, por lo cual el maestro Angulo, irrumpió en el género del guiñol, pues el teatrino de éste es completamente portátil. "El Ministerio entonces mandaba un vehículo y se iban dos titiriteros con su teatrino de miniatura a hacer guiñol, y recuerdo que me contaba Antonio, que la casa Bayer regaló el teatrino: eran unos paneles de hojalata y tenía adelante pintado el escudo de la casa Bayer para por ahí derecho ir haciendo la propaganda (...). El guiñol que hacía Angulo era el teatro tradicional de títeres de guante, eran pequeños cuentos cuyos libretos los hacían él y su esposa, y como no eran dramaturgos, trabajaban con esos cuenticos juguetones no comprometidos, eran cuentos de jugar, historias de esas que hacen gritar a los niños porque los muñecos se pegan cachiporrazos, en fin ... historias dulces, frescas, sencillas, cuentos con olor a albahaca y yerbabuena".
Fue con esta clase de historias, hechas para el guiñol y con muchas otras representadas exclusivamente con marionetas de hilo, que el maestro Angulo, enseñó y deleitó a los niños de Bogotá y muchos municipios vecinos.
Para 1.949, y desde 1.937, se habían realizado sólo en el Teatro del Parque Nacional, -según costa en las Memorias del Ministerio de Educación- 878 funciones de títeres y marionetas, las cuales fueron vistas por 1´595.327 espectadores.
En mayo de 1.950 el maestro Angulo renuncia a su doble cargo de director del Teatro del Parque y director del grupo de marionetas, y este último es asumido por su alumno José Muñoz, conocido como Muñocito, padre de Carlos Alfonso Muñoz, quien también fue marionetista en el Teatro del Parque Nacional.
A partir de entonces el maestro Angulo, su señora y alguno de los marionetistas del Teatro del Parque conformaron una compañía propia a la que le dieron el nombre de Teatro Guiñol y Marionetas Piccoli Alegría, compuesta por Antonio Angulo, Rosaura Sánchez, Ana Mojica, Carlos Escobar Díaz y Jorge Palomino. Sin duda su nombre así como muchas obras de su nuevo repertorio fueron inspiradas en la famosa compañía italiana de marionetas Piccoli de Podreca que visitó a Colombia en 1.939. La visita de esta compañía sin duda marcó la vida del maestro Angulo y su trabajo, para él -único marionetista colombiano de la época- conocer a Vittorio Podreca, considerado por el mundo entero como el "Padre del teatro de títeres" en los tiempos modernos, y presenciar muy de cerca sus espectáculos, seguramente significó la posibilidad de revalorizar, redimensionar y replantear su propio trabajo para el que ahora con los Piccoli de Podreca tenían un nuevo, novedoso y valioso referente.
De acuerdo con un oficio enviado por el Maestro Angulo en mayo de 1.951 al Departamento de Extensión Cultural solicitando la exención de impuestos nacionales sobre la presentación de sus espectáculos, el repertorio de Piccoli Alegría estaba conformado por cerca de cien pequeñas piezas escritas por el director o adaptadas por él al teatro de muñecos.
Estas obras pertenecían a once géneros y se distribuían así:
"CUENTOS ESCÉNICOS”: Aventuras de Pinocho, Pulgarcito, La Princesa Cautiva, El caballero de la mano de fuego, Mamá Masapán, Caperucita Roja y el Lobo Feroz, Pinocho y los niños del bosque, Pinocho y el monstruo de los ojos verdes, El fantasma del Castillo, El Robo de la Princesa, La Cenicienta, Blanca Nieves y los siete enanos, El príncipe pastor, La Princesa y el Ogro, El niño Maestro, Pingui, La bella durmiente del bosque, La vaca bruja, Pinocho vence a la bruja, El hada encantada, El falso brujo, Los tres cerditos, El negrito Sambo, Alí Ba Bá y los cuarenta ladrones, La casa encantada, La fuga de Pinocho, El matrimonio de doña Ratona y el ratón Miguelito, El Violín mágico, El gato con botas, Nicolasín y Nicolasillo, El príncipe Colas y La alegre familia de los chanchitos.
”JUGUETES CÓMICOS”: El bobo del pueblo, El señor fotógrafo, Ya tenemos dinero, El portero del cine, La herencia de la tía, Valiente recluta, El muerto vivo, Tres hombres valientes, La mula robada, La escuela del maestro Angulo, No hay peor sordo, Prohibido hacer ruido, Instrucción de reclutas, La máquina de adelgazar, Con su música a otra parte, Polichinela y el tartamudo y Los payasos del circo Pulgarcito.
“COMEDIAS”: Del cielo al infierno, El hipnotizador, Los niños peligrosos, La mula para el cura, El alcalde de SanCocho, Una sesión de espiritismo, Sin novedad en el frente, Un antioqueño en el cielo y Un buen amigo.
“FÁBULAS”: La lechera, y La hormiga y la cigarra.
“DIÁLOGOS COMICOS”: El catorce, El descabezado, Cazando la Mariposa, El que adivina la suerte, Los adivinadores, El escondite, La gran trifulca, La terquedad de Clorito, A sus órdenes señor soldado y Pulgarcito en los exámenes.
“DIÁLOGOS INSTRUCTIVOS”: Nuestra higiene, La fiesta del árbol, Una lección de urbanidad y El ahorro.
“CUADROS DE COSTUMBRES”: Los indios y el inglés, Los promeseritos, El bautizo del indio, Fiesta campestre, Un alma de Dios, Un matrimonio relámpago, Una demanda en la casa cural, Una confesión al campo.
“CUADROS RELIGIOSOS”: Nacimiento del Niño Dios en el portal de Belén, Adoración de los Reyes Magos y los pastores, La Virgen del milagro y La carta a Dios.
”CUADROS MUSICALES”: Jazz Band de Negros Piccoli Alegría, El pianista y la soprano, La corrida de toros y Charolita baila rumba.
“SESIONES DE ÓPERA”: El cuarteto de Rigoletto, Vals de Museta de la ópera Bohemia, Serenata de Arlequín de la ópera Payasos, Barcarola de los cuentos de Hoffman, Selecciones de Zarzuelas, Los cuatro músicos de la Marcha de Cádiz, El coro de los doctores de el Rey que rabió, Las coplas de Roque de la ópera Marina.
Además de este enorme y variado repertorio su compañía contaba para las representaciones "con un escenario transportable de dimensiones proporcionadas a las dimensiones de los muñecos, telón de boca, cámara formada por cortinas plegadas y bambalinas decoradas para cada una de las obras, amplificador de sonido con dos altoparlantes, tocadisco, micrófono, batería y rectificador de corriente eléctrica".
Así, con toda su obra y todos sus haberes, Los Piccoli Alegría se dedicaron a partir de 1.951 a recorrer todo el país. Sus espectáculos regocijaron a los espectadores del Teatro Colón, Municipal, Mogador, San Carlos, San Jorge y San Bartolomé de Bogotá; Bolívar, Ópera y América de Medellín; Colón y Rex de Barranquilla, Heredia de Cartagena, Santander y Libertador de Bucaramanga, Cumanday de Manizales, así como a públicos de centros culturales y clubes sociales y otras ciudades del país.
"La gente se enloquecía con sus presentaciones. Antonio en sus obras era ingenuo. Cuentos frescos que divertían a niños y adultos. De pronto aparecía Juanito que salvaba a Rosita, la bruja tonta que quería robarse un niño, de pronto el bobo del pueblo y a veces presentaba cuenticos de Villafañe. Todo era muy lindo y sobre todo muy práctico, muy trasportable, todo muy decorado y todo en miniatura. Así con dos o tres maletas de muñecos y una tula con los tubos del Teatrino, Antonio recorrió toda Colombia. Él era un profesional en el sentido del oficio en cuanto era un "oficiante" del Teatro de Muñecos, pero no era un profesional en el sentido de hoy en que tenemos que andar con unos burros de baúles y paquetes y paquetes y paquetes para podernos llamar profesionales. Ahora es como el volumen el que nos hace profesionales y no la calidad de lo que hacemos".
En I.959 sin que sepamos con certeza las razones, la situación del Parque Nacional estaba bastante deteriorada, tanto a nivel de las instalaciones como a nivel administrativo. La desorganización y conflictiva situación interna habían logrado minar la calidad de los servicios que originalmente el Teatro del Parque debía prestar; aunque se mantenía la programación infantil, ésta era acusada de monotonía y pobreza y de estar rodeada de situaciones desagradables y funestas que en nada contribuían a promover "la cultura infantil". En febrero de ese año es nombrado como director el Sr. José María Pineda, que seguramente con el ánimo de remediar en algo la situación, solicita nuevamente los servicios del Maestro Angulo quien a través de un contrato con el Ministerio de Educación reanuda junto con su esposa y la señora Esther Sarmiento de Correa, los sábados y domingos. No obstante, el desorden y la confusión habían ya ganado mucho terreno y ni la presencia del Maestro Angulo, ni su buen ánimo de trabajo, fueron suficientes para recuperar el espacio y la concepción inicial del Teatro Cultural, el cual fue clausurado por el Ministerio de Educación.
En 1.961 empezaron a circular rumores sobre la reapertura del teatro, el Maestro Angulo con nuevos ánimos y sin duda con la esperanza de recuperar este espacio para los muñecos y los niños al cual había visto florecer y también derrumbarse, dirige al Dr. Carlos Medellín, Director de la División Cultural del Ministerio, un oficio con fecha 13 de marzo de 1.961 en el cual consigna una propuesta de trabajo.
La propuesta que consistía básicamente en asumir en calidad de contratista la programación permanente del teatro para realizar allí funciones de marionetas, cine y actuaciones infantiles, estaba avalada por "25 años de experiencia como marionetista y 16 de servicio en el Teatro del Parque", de "todo lo cual daban constancia" cuatro álbumes de elogiosos comentarios de la prensa de todo el país.
A pesar de lo atractivo de su propuesta, de su larga trayectoria como marionetista y de su experiencia en el trabajo infantil, el Ministerio no aceptó su alternativa de trabajo, quizás porque no estaba interesado o no estaba habilitado para entregar bajo la modalidad de contrato la dirección y administración del teatro. Es así como en ese mismo año es nombrada por el Ministerio, Gabriela Samper en el cargo de Directora del Teatro del Parque.
A partir de entonces don Antonio se dedicó únicamente a hacer funciones particulares a las que muchas veces iba acompañado de Ernesto Aronna. Pero en sus últimos años (más o menos a partir de 1.965) decidió también suspender esta clase de presentaciones ... prefería más bien llamar a Aronna para que le invitase a tomar chocolate, para charlar, recordar, o hacer juntos pequeñas representaciones de sus obras y así... pasar la tarde...
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